Mi nuevo Catón
Todas las mañanas, hasta mediodía, me ejercito construyendo y repitiendo hasta la saciedad los saludos o las aventuras de Woru que va al campo, que se encuentra una perdiz, que cultiva el ñame o el maiz o que se dirige al mercado a vender sus productos. Al día siguiente se me ha olvidado todo y hay que volver a empezar.
El bariba es una lengua complicada, tiene sus tonos que hay que marcar con precisión y las clases de palabras que funcionan de forma independiente las unas de las otras. Son doce maneras de hacer el plural o las concordancias. Un verdadero rompecabezas que con la edad va tomando tintes ocres porque la memoria no está a punto y los reflejos… pues ya te puedes imaginar.
- Dilo más despacio, no te preocupes, me animan.
Por la tarde voy a visitar una familia con la que intento poner en práctica todo lo que he ido aprendiendo. Margarita, una mujer joven, con buen humor y que ya tiene varios niños, me corrige con paciencia y me anima a dar los nombres de las cosas que me señala: « Esto es un taburete”. “La hija mayor se llama Ño ». « Vamos a comer sokurú”. “Vamos a ir al mercado”. “¿Qué quieres que te compre en el mercado?”... En este plan. Margarita se ríe de mí y no me deja pasar una, pero me anima continuamente.
Poco a poco mis frases van surgiendo con más ligereza y, al mismo tiempo, me doy cuenta de que descubro retazos de la vida de estos hombres, pequeños detalles como la importancia de los saludos, la manera de presentarse ante los ancianos, las reglas de urbanidad que no te permiten usar de cualquier manera la mano izquierda o sentarte con las piernas cruzadas etc. que van completando un puzle de los usos y maneras de una sociedad.
En casa, mis compañeros vuelven sobre lo mismo y me explican una regla gramatical, lo que me ha querido decir Margarita y que no he entendido. Al final de la jornada termino con la cabeza hecha un tambor.
Aprender una lengua es descubrir un mundo nuevo a pulso y humildemente. Es la clave que va abriendo pequeñas estancias con sus expresiones propias, sus proverbios, los lugares comunes. Es un escaparate que pone a tu disposición un abanico de lo más variado de colores del campo, de la paz de sus poblados, del sentimiento de sus mujeres y la sabiduría de sus dichos y fábulas. Voy tomando nota de todo lo que me llama la atención en la familia de Margarita, del trabajo de su marido en el campo o de los ritos de un funeral. Ahora que empiezo a manejar la lengua un poco mejor, me intereso por las leyendas, cuentos y fábulas que transcribo lentamente.
Así se me presentan los sueños de un pueblo donde aparecen espíritus y geniecillos de toda condición entre los que campan los símbolos más sorprendentes, la belleza más sencilla y una creatividad que cautiva.
En el fondo, el que te cautiva es un pueblo con su sabiduría y experiencia. Muy paulatinamente, me voy adentrando en los meandros de esta nueva cultura y trataré de llegar lo más lejos posible para convivir con él y, un día, poderle presentar la Buena Noticia de Jesucristo de forma comprensible y creíble.
Rafael Marco, sma.
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